miércoles, 14 de mayo de 2014

Inteligencia emocional.


        La inteligencia emocional es la capacidad que nos permite conocer y manejar nuestras propias emociones, así como comprender las emociones y estados afectivos de los demás, para, de esta forma, poder tener una vida social e interpersonal mucho más rica y satisfactoria.

       Muchas veces se ha confundido la inteligencia emocional con la empatía o capacidad cognitiva de percibir lo que otro individuo puede sentir, pero es un concepto más complejo, que engloba una serie de actividades que permiten al individuo no solo acercarse a lo que pueda sentir otra persona, sino comprender las propias emociones y ser capaz de regularlas.


        Una figura importante en el campo de la inteligencia emocional, es el psicólogo Daniel Goleman, que dice que la inteligencia emocional nos permite:



-Tomar conciencia de nuestras emociones.
-Comprender los sentimientos de los demás.
-Tolerar las presiones y frustraciones que soportamos en el trabajo.
-Acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo.
-Adoptar una actitud empática y social que nos brindara mayores posibilidades de desarrollo personal.

       Según Goleman, cuando hablamos de autocontrol, no nos referimos a negar o reprimir lo que sentimos, sino ser conscientes de esos sentimientos, como el enfado o el miedo, y transformarlos en emociones que nos ayuden a crecer y ser mejores. Por ejemplo el enfado puede ser una fuente de motivación para conseguir nuestras metas.  Las emociones se pueden regular y es un proceso susceptible de ser aprendido. Es conveniente saber controlar y regular nuestras propias emociones, antes de que ellas puedan controlarnos a nosotros, y para ello es necesario estar en contacto con lo que sentimos. 
        Actualmente vivimos en un mundo donde cada día perdemos sensibilidad ante nuestro entorno y las personas que nos rodean, muchas veces debido a que nos es difícil hacer contacto con nuestros sentimientos. De ahí la importancia de tener una educación emocional que nos permita hacernos conscientes de aquello que sentimos, es decir poder convertirnos en nuestros propios observadores para ir analizando descubriendo y por lo tanto controlando aquello que nos mueve a actuar, y tener cada vez mayor control de nuestras respuestas.