La característica esencial del trastorno obsesivo compulsivo
es la presencia de obsesiones y compulsiones lo suficientemente frecuentes como
para que supongan un deterioro de las actividades diarias o un malestar clínico
significativo, afectando al rendimiento laboral /académico, a actividades o
relaciones sociales.
Las obsesiones son ideas, pensamientos, impulsos o imágenes
que la persona percibe como intrusivas e inapropiadas y provocan ansiedad o
malestar. El contenido de la obsesión suele considerarse ajeno y fuera de
control y, durante el transcurso del trastorno suelen reconocen como excesivas o irracionales.
Las obsesiones y compulsiones pueden aparecen en la infancia
(hasta los 12 años), en la adolescencia (desde los 13 años hasta los 18) y en
la vida adulta-joven (más de 18 años). La edad de inicio en varones suele estar
entre los 6 y 15 años y entre los 20 y 29 años para las mujeres.
En el caso de los niños, los trastornos obsesivo-compulsivos
suelen presentarse de forma similar a los de los adultos, aunque, debido a su
edad, les cuesta interpretar lo que les pasa, no suelen reconocer qué es lo que
les genera ansiedad y malestar ni las consecuencias que temen.
Los síntomas más comunes que aparecen en la infancia son:
Obsesiones de contaminación y evitación de objetos
“contaminados”
Conductas de comprobación repetitivas
Dudas obsesivas, demandando continuas explicaciones
Normalmente cuando aparecen estas obsesiones las enfrentan
ignorándolas, intentando eliminarlas o
neutralizarlas mediante otras ideas o actividades (compulsiones).
Las compulsiones son comportamientos (p. ej., lavado de
manos, comprobaciones) o actos mentales cuyo propósito es prevenir o aliviar el
malestar. En la mayoría de los casos la persona se siente impulsada a realizar
la compulsión para reducir el malestar que genera una obsesión determinada o
bien para prevenir alguna consecuencia temida.
En los niños, las compulsiones suelen aparecer antes que las
obsesiones, o al menos son más fácilmente detectables, ya que a edades muy
tempranas las obsesiones son todavía muy difusas y es difícil evaluarlas y
detectarlas. En cualquier caso, aparecen en forma de imágenes, dudas o
sensaciones.
A pesar de que suelen ser los padres los que detectan el
problema, (ya que los niños son más propensos a realizar los actos rituales en
su casa), en muchas ocasiones pasa desapercibido para ellos, percibiendo las
consecuencias cuando estas afectan a su vida diaria (p.e. un empobrecimiento
gradual del rendimiento escolar) y el nivel de ansiedad es muy elevado.
Un entorno caracterizado por manifestaciones de calma y
apoyo ayudarán a que el niño se tranquilice y se sienta comprendido,
permitiendo que el tratamiento consiga buenos resultados. Un estado de ansiedad
alto aumentará la aparición de los síntomas.
Una vez diagnosticado, uno de los objetivos del
tratamiento será conseguir que el niño se sienta bien sin necesidad de realizar
conductas de comprobación, evitación o escape, eliminando su malestar. Para
ello, se intervendrá con la técnica que ha resultado ser la más apropiada para
tratar esta sintomatología obsesiva, la exposición gradual al estimulo temido
Jana Beteré Marcos. Psicóloga
Publicado . Asemfa Sevilla. María Arráez
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