jueves, 21 de junio de 2018

TALLER ONLINE PARA PADRES


¿Cómo gestionar la agresividad de nuestros hijos?

1.     ¿La agresividad infantil es necesaria?

Vamos a empezar con un ejercicio de imaginación, donde cada uno de ustedes es ese bebé del que vamos a hablar.
¿Cómo creéis que se vive en la tripa de la mamá?
¿Creéis que tiene muchas preocupaciones?
¿El bebé tiene que hacer alguna acción para colmar sus necesidades?

El niño viene de la tripa de la mamá donde todo está hecho: el alimento, necesidades fisiológicas, está aislado del calor y del frío. Y de repente un día, se abre una puerta, lo sacan a la “fuerza”, le dan unas palmaditas y llega al mundo, todo es nuevo, tiene que empezar a respirar, llorar, comer, etc.

Ahora imaginemos como llega a ese nuevo mundo,
¿Qué creéis que pensaría de lo que está pasando?
¿Cómo creéis que vive esa situación del nacimiento?
¿Pensáis que está preparado para nacer?

El bebé nace indefenso, prematuro, no tiene desarrollado el sistema nervioso, casi no puede ver, sus movimientos son descoordinados, su sistema inmune tiene que construirse. No puede hablar, su único medio de comunicación es el llanto, siempre que le pasa algo, llora.

Llega a un mundo nuevo y desconocido. También le invaden infinidad de sensaciones internas, que no sabe lo que son, siente hambre, siente frío, calor, siente gases, sueño. Lo vive con cierta hostilidad, porque cualquier persona, también el bebé, recibe todo lo nuevo con cierta hostilidad. Todo lo exterior genera una cierta agresividad.

Por suerte, los padres son ese anclaje al mundo, le van a dar todo lo que necesita en cada momento, lo alimentan, le acunan para que se duerma, le cubren para que no tenga frío, calman todas sus necesidades. La relación que se genera con la madre en estos momentos es vital.

Cuando decimos madre, nos referimos a una función, la madre es toda aquella persona, ya sea madre, padre, abuela, abuelo o el cura, que va a atender las necesidades básicas tanto fisiológicas como afectivas.

Como viene de una situación idílica en el vientre de la madre, la llegada al nuevo mundo, le genera cierta cuota de agresividad que es un sentimiento que va a permitir la adaptación del bebé al mundo. Por lo que, la agresividad va a estar presente desde el inicio del nacimiento y va a acompañarle toda la vida.

Es muy importante pensar cómo viven los padres esos momentos donde ven una cosita tan pequeñita, que no se vale por sí misma y que lo tiene que aprender todo.

¿Cómo os sentís?
Al principio, por ejemplo, podemos vivir todas las situaciones con angustia, y que aparezca un sentimiento agresivo contra nosotros mismos. Por ejemplo, no sabemos interpretar lo que le pasa al bebe, llora y tenemos que aprender lo que le pasa…. Acaba de comer y a dormido, será que quiere hacer caquita, si ya ha hecho caca, y sigue llorando, ay dios mío, ¿qué le pasará? Creo que está muy calentito ¿tendrá fiebre? Y el bebé sigue llorando….

Conocer el llanto de nuestro bebe y tener ese sexto sentido de saber por dónde van los tiros, lleva un tiempo. Hacernos padres es un proceso, que no podemos acelerar.

La intranquilidad de los padres llega a traspasarse al niño, muchas de las veces que llora y no encontramos el por qué, tiene más que ver, con que los padres estén intranquilos, que con algo que le pase al bebé.

La tranquilidad de los padres, es esencial para que nuestro bebé esté tranquilo. No sólo la intranquilidad sino también la agresividad de los padres, afecta al bebe, antes hemos dicho que todo lo nuevo en las personas produce cierta cuota de agresividad. Imaginaros entonces como se sienten unos padres que están viviendo constantemente cosas nuevas con el nacimiento del bebe.
  

2.     Fuentes de agresividad: celos, envidia, frustración, autoestima, sobreprotección, falta de atención, relación con los otros (hermanos, amigos, compañeros de escuela)

Hasta ahora hemos hablado del recién nacido, pero en el crecimiento van a aparecer otras fuentes que pueden generar agresividad en ese nuevo ser.

Los primeros tiempos ha estado protegido, en brazos de la mamá, de la cuidadora, de la persona que hace la función de madre. Ha sido el centro de todas las miradas, el príncipe o la princesa de la casa.

Pero empieza la socialización, el encuentro con los otros, la incorporación a la guardería, el nacimiento de otro hermanito, la aparición de otros niños con los cuales tiene que generan un vínculo afectivo más allá de la madre.

Precisamente estas situaciones que hemos señalado, no sólo son necesarias, sino que son fundamentales para el desarrollo del ser humano.

El bebé lo puede vivir de una manera desagradable, pero es sumamente importante para su desarrollo como persona. Primero ha tenido que salir de la tripa de mamá y enfrentarse al mundo, después tiene que salir de los brazos de mamá para acceder a su vida, para adquirir la autonomía suficiente, que le permita realizarse como ser humano.

Un día, por ejemplo, sale al parque y se encuentra con otros niños y niñas, que quieren usar sus juguetes o él quiere jugar con un juguete de otro niño; o la mamá se pone a hablar con otra mamá de su hijo, mamá mira a otro niño, le sonríe, le dice ¡qué mono!, en estas situaciones nuestro hijo está presente, es testigo y en él, surgen sentimientos novedosos que le provocan cierto malestar.

Aunque a veces los celos, por ejemplo, son motivadores, les motivan a comportarse mejor porque el otro niño lo hace o a compartir porque el otro niño lo hace.

La envidia es más destructiva, normalmente se envidia lo que a mí no me sirve y en ocasiones provoca una respuesta agresiva, por ejemplo, destruir los juguetes del compañero.

La frustración en muchos casos paraliza, es un incremento de tensión psíquica que el niño tiene que aprender a manejar, buscar una solución. Las repuestas ante la frustración son dos: Sustituir por otra cosa u objeto que le satisfaga. O tener una respuesta que le ayude a gestionar dicha frustración, a veces puede ser una frase, una conversación.

Cuando al niño se le antoja algo y no se le concede, no sirve decirle ahora no o no te lo doy porque no, hay que explicarle porqué se pospone o porqué no es conveniente. Por ejemplo: coge la pelota y quiere ir al parque y justo estamos en casa con amigos, no hay que decirle no ahora no, sin más, sino explicarle que ahora han venido a visitarnos unos amigos y que más tarde vamos al parque, que mamá y papá están hablando, que él puede jugar con el tren y luego o mañana vamos al parque (cosa que hay que cumplir). No debemos decirles cosas que más tarde no vamos a cumplir, no hay que engañarles. Es preferible razonarle y que aprenda a gestionar esa frustración a mentirles para que se calmen en el momento y no den la lata.

La frustración es una señal de la incapacidad de adaptación a la realidad, que se ve muy llamativamente cuando sobreprotegemos a nuestros hijos. La actitud que los padres toman sobreprotegiendo a los hijos incrementa la agresividad que el niño produce frente a la frustración.  

La sobreprotección provoca incapacidad en el niño, el niño tiene que ser autónomo, aprender a resolver cualquier situación exterior a él, pero también cualquier malestar o contradicción interior.

Al cuidarle excesivamente, por ejemplo, en el parque si estamos demasiado pendientes de dónde se sube, de si algún niño se acerca él, de qué hace o estamos pensando que se va hacer daño, que se va a resbalar, etc., provoca inseguridad ante las cosas normales que tiene que ir descubriendo. Por ejemplo: Si se cae y le damos mucha importancia o si lo tomamos como algo normal, la respuesta del niño es muy diferente, si nos ponemos muy nerviosos va a llorar mucho y si lo tratamos con tranquilidad seguro termina riéndose. La mayoría de las veces que se caen no pasa nada.

La autoestima se ve potenciada con los logros personales que el niño va consiguiendo: subir un escalón, comer solito, empezar a comunicarse, el control de esfínteres. El amor es una de las fuentes de autoestima mayores, amar a alguien, poder expresar dicho amor, les hace muy bien a los niños.

Cuando hace un logro lo va a querer repetir muchas veces, es lo normal, en la medida de lo posible debemos dejarle que lo haga, ya que a través de la repetición va a aprender a ser cada vez más autónomo.

Fomentarle al niño sus capacidades les ayuda a mejorar su autoestima. Por un lado, cuando hacen algo bien, señalárselo y felicitarle, sin pasarnos, no todas las veces que lo hace, tiene que encontrar el gusto por hacerlo y no tanto por contentar a los padres.

De la misma manera hay que tolerar el aprendizaje, no exigir la perfección en lo que hace desde el primer momento, todo aprendizaje es individual y requiere de tiempos distintos para cada uno.

Solemos entrar en comparaciones con los hermanos o compañeritos y eso etiqueta prematuramente una actitud que todavía tiene que evolucionar. Además, provoca celos y frustración, que detienen el desarrollo de esa actividad. En las comparaciones se perjudica a los dos hermanos o compañeros, al que sale bien parado le imprimimos auto exigencia.

Falta de atención, los niños quieren ser siempre el centro de las miradas, y en la mayoría de los casos lo consiguen. Cuando no obtienen la atención van a pretender llamar la atención de los que le rodean, en estos casos está bien escucharles y darles atención, pero también tienen que aprender a no recibir dicha atención.

Para los padres resulta muy difícil, pero es bueno para los niños. El padre o la madre siente que no le está prestando atención porque tiene mucho trabajo, llega tarde a casa y casi no le ve, lo importante en estos casos es cómo es el tiempo que le dedicamos a nuestros hijos, debemos intentar que sea un tiempo de calidad; un tiempo de hacer cosas nuevas, de hablar con ellos, disfrutar esos momentos al máximo. Si estoy pensando que debería dedicarle más tiempo, no disfruto del momento y además provoco un malestar con el trabajo o con lo que me separa de él.

3.     Cómo gestionar las expresiones de agresividad: llantos, rabietas, mordiscos, peleas, hiperactividad, desobediencia.

Distinguir agresividad de agresión. La agresividad es necesaria, siempre va a existir, pero tenemos que distinguir la agresividad de las agresiones, que son efecto de la agresividad pero esta, bien gestionada, no necesita llegar a ser una agresión. La agresión en ningún caso es justificable.

Debemos tener en cuenta que si los límites están claros la agresividad se va a poder tratar mejor, pero si no hay límites las consecuencias pueden desencadenar una agresión.

Los límites han de ser claros y tenerlos en cuenta nosotros sobre nuestra escala de valores, así debemos actuar. Distinguir lo importante de lo que no lo es. Hay límites que han de ser tajantes y otros límites que se pueden negociar, a través de la conversación, no a través de la imposición de los padres o de la imposición del niño (rabietas, llantos, etc.)

Por ejemplo: No meter los dedos en el enchufe, ni estar cerca de la sartén hirviendo, pero si se retrasa la hora del baño o un día come menos o más despacio, no ser muy estricto.

Lo más importante que tenemos que señalar en este punto es que siempre somos los adultos nosotros, que cada vez que nos olvidamos que nosotros somos los adultos, nos ponemos a su nivel, en decir, nos comportamos como otro niño, y actuamos como ellos y lo gestionamos con miedo, con ansiedad, con indiferencia.

Para una gestión normal, con tranquilidad del momento, debemos revisarnos nosotros mismos. Ver qué nos produce esa situación, si nos altera, nos enerva, nos enfada, e intentar darnos cuenta que de esa manera no solo no vamos a resolver la situación, sino que además la vamos a intensificar.

Si esto pasa en público en un restaurante o con amigos o la familia, esta situación se magnifica y nosotros respondemos de una forma menos resolutiva. Si nos preocupa más lo que piensen los demás o lo que digan, esto nos producirá más ansiedad, en cambio cuando comprendemos que la rabieta es un proceso, que en algún momento se calmará, vamos a solucionar antes y con más calma cualquier comportamiento de nuestros hijos.

Los niños pequeños son niños pequeños y nosotros los adultos. Cuanto más nos alteremos ante la actitud del niño, él más se va a reafirmar en su comportamiento, actúan como espejo de nosotros mismos.

Siempre tenemos que ir por delante con la palabra, decirle que por ese camino no va a conseguir nada, que si se calma y hablamos va a ser mejor. Y si no se consigue nada intentar nombrarle una figura de autoridad. Otra solución es que lo gestione otra persona, porque a veces es en la relación madre hijo donde se gestan actitudes negativas.

Hay que observar que con la mamá se enfada más, se manifiesta con más intensidad, llora más, todo más. Son actores de óscar, porque ella los cree. Cualquier cosa, hasta cuando están malitos, si está mamá cerca escenifica más todo lo que les pasa. Esto es necesario que lo sepamos, no para que la madre no esté sino para tenerlo en cuenta.

Otra cuestión que debemos señalar y que es muy importante es la tendencia que los padres tenemos a premiar y castigar, ni el premio ni el castigo es algo aconsejado. Ya que, como todos, los niños también se acostumbran a recibir tanto una cosa como otra, incluso el castigo, hay niños que son más rebeldes porque saben que pueden serlo, después del acto rebelde vendrá el castigo que va a calmar su culpa por haber hecho algo malo y ya está, libre de nuevo para poder volver a cometer la rebeldía. No es un método eficaz.

Por supuesto, también debemos señalar que pegar a los niños no es algo aconsejado, esto, aunque parezca algo exagerado es algo que nadie nos dice, y los niños, como cualquier persona gozan con todo, se acostumbran a todo, buscan de manera inconsciente recibir el azote en el culito, que algo les satisface.

Por último, señalar que los niños perciben todo, se enteran de todo, son como placas sensibles, así que todo lo que digamos o hagamos delante de ellos, ellos por reciben.

Magdalena Salamanca.



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